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El actor, ahora vuelve, convencido de que tiene una misión divina. Por décadas, Jim Caviezel ha cargado una cruz más pesada que cualquier guion. La suya no fue solo una actuación en La Pasión de Cristo (2004), fue una vivencia tan profunda, brutal y trascendental, que lo llevó al quirófano, lo dejó al borde de la muerte, y lo empujó a reencontrarse con lo sagrado.
“Morí filmando La Pasión de Cristo”, confesó sin rodeos el actor en el pódcast de Shawn Ryan. Aquella frase, dicha con calma pero con la fuerza de quien ha cruzado el umbral, resume una historia que va mucho más allá del cine.
Durante la filmación de la escena de la crucifixión, Caviezel fue alcanzado por un rayo frente a un equipo de más de 300 personas. “Sentí una succión en el aire… y de repente me vi saliendo de mi cuerpo”, narró. Fue transportado de inmediato al hospital, con el corazón colapsado, los pulmones llenos de líquido y una infección que lo consumía. No fue una metáfora. El impacto lo llevó a dos cirugías a corazón abierto: una en Stanford y otra en la Clínica Cleveland.
“Morí en la mesa de operaciones”, recordó. “Pero me trajeron de vuelta. Sentí una paz increíble. Supe que debía quedarme. Que aún tenía una misión”.
No solo revivió. Cree que fue llamado a quedarse. Hollywood lo dejó de lado, pero él nunca dejó su fe. Mel Gibson le advirtió antes del rodaje de La Pasión: “Si haces esta película, puede que no trabajes más en Hollywood”.
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Y así fue. Después del estreno, Caviezel quedó fuera del radar comercial. Ningún estudio quiso contratarlo. Pero para él, eso no fue un castigo, sino una transformación. "No sabía qué era la transubstanciación. Ahora lo sé. Y le pedí a Jesús que se mostrara al mundo a través de mí. Y Él me dijo: ‘No tengo a nadie más’”, relató.
Hoy ve esos años en el ostracismo como parte del plan. Porque si algo ha aprendido, es que la fe cuesta, y no siempre es bien recibida en una industria donde hablar de sacrificio suena incómodo.
Veinte años después, Caviezel se prepara para volver a interpretar a Jesús en The Resurrection of the Christ, la secuela que Mel Gibson empezará a rodar en agosto en Roma y que se estrenará en 2026.
Pero esta vez, no quiere solo actuar. “No voy a interpretar a Jesús. Necesito que Él me interprete a mí”, aseguró. “El primero casi me mata. Pero estoy listo otra vez”.
El guion ya está terminado. La historia será más ambiciosa, espiritual e intensa, según Gibson. “Esto no es una historia lineal, es casi un viaje sci-fi entre pasado, futuro y otras dimensiones”, adelantó el director.
Incluso Caviezel será rejuvenecido digitalmente para parecerse al Cristo de 33 años. Pero para él, lo importante no es la tecnología, sino el alma. Lejos de las estrategias actorales convencionales, Caviezel se está preparando con un entrenamiento espiritual riguroso: Ayuno, Rosario, Eucaristía diaria y la lectura reflexiva de Cartas del diablo a su sobrino de C.S. Lewis.
Porque esta vez, quiere hacerlo con mayor conciencia. “La anterior me sobrepasó. Esta quiero disfrutarla”, dijo. “Pero si no estuviera asustado, no sería el actor adecuado”.
Aunque su cuerpo lleva las cicatrices de aquella filmación extrema, lo que Caviezel ganó no tiene precio: una convicción que hoy lo mantiene firme, incluso en un entorno que muchas veces se burla de la fe. “Este mundo no amó La Pasión, y eso es una buena señal. Significa que hicimos bien nuestro trabajo”, concluyó con una serenidad que solo tiene quien ha estado del otro lado.
En un tiempo donde todo se relativiza, Caviezel representa algo inusual: un actor que está dispuesto a perderlo todo por una creencia inquebrantable. Y ahora, con la mirada puesta en el regreso más esperado del cine espiritual, promete volver a la cruz. Pero esta vez, lo hará sabiendo que no está actuando: está cumpliendo una misión.